La historia de esta
familia comienza en las primeras décadas del Siglo 20 cuando Severino, el
cabeza de familia, quedó huérfano a temprana edad y fue acogido por unos tíos
suyos que le criaron como como si de un propio hijo se tratara.
Eran tiempos difíciles para España y, por supuesto, para esta familia de benqueremcianos. Una grave crisis política amenazaba el sistema monárquico que en aquellos años estaba basado en el turno de partidos. Esta crisis la intentaron detener tanto la Dictadura de 1923 como la República de 1931, aunque no lo consiguieron. El extremismo de la Dictadura no consiguió salvar el sistema y acompañó a la Monarquía hacia su caída. Después, la República no logró obtener el consenso de los españoles y la crisis se agravó hasta llegar a una ruptura violenta ya que desembocó en la Guerra Civil de 1936 que enfrentó a los españoles durante tres sangrientos años.
El joven Severino
empezó muy pronto a demostrar que era un hombre de carácter con las ideas muy
claras. Había quedado huérfano a muy temprana edad y fue adoptado por unos tíos
suyos que le cuidaron como si de un hijo se tratara. A la edad de 16 años tomó
la decisión de marcharse a Helechal a casa de unos señores con los que estuvo
trabajando durante cuatro años en las labores del campo. Con 18 abriles inició
un noviazgo, con la María de Ramito y a los 22 regresó definitivamente a
Benquerencia y se casaron.
Severino, junto con su
padre, se dedicó a las labores agrícolas. Disponían de varias yuntas con las
que cultivaban las tierras de los que se lo solicitaban a cambio de un dinero
estipulado o con un tanto por ciento del grano recolectado.
Los frutos de este
matrimonio no se hicieron esperar y comenzaron a llegar los hijos que
compondrían una numerosa familia. La primera en nacer fue
Angelita (que tuvo una muerte prematura a los 11 años). Le siguieron Pura, Manolo,
María, Alfonso y Antonio.
Ahora nos situamos
en 1940 que fue el año del nacimiento de
Antonio.
Acababa de terminar la
Guerra Civil y los tiempos eran aún más difíciles.
Una orden ministerial de 14 de mayo de 1939, estableció el régimen de racionamiento en España para los productos básicos alimenticios y de primera necesidad. El racionamiento no alcanzaba a cubrir las necesidades alimenticias básicas de la población, por lo que vivieron años de hambre y miseria. La degradación del nivel de vida en la década de los 40 fue tal, que asegurarse la subsistencia se convirtió en una auténtica lucha diaria. En Benquerencia, al igual que en el resto de España había dos cartillas de racionamiento, una para la carne y otra para el resto de productos alimenticios.
Se dividió a la población en varios grupos: hombres adultos, mujeres adultas (ración del 80% del hombre adulto), niños y niñas hasta catorce años (ración del 60% del hombre adulto) y hombres y mujeres de más de sesenta años (ración del 80% del hombre adulto). La asignación de cupos podía ser diferente también en función del tipo de trabajo del cabeza de familia. Inicialmente las cartillas de racionamiento eran familiares, que fueron sustituidas, en 1943 por cartillas individuales, que permitían un control más exhaustivo de la población.
Estas cartillas aliviaron en su momento a la numerosa prole que nuestra pareja estaba formando. Como el racionamiento era cada vez más escaso Severino seguía trabajando de sol a sol con sus yuntas y la María ayudaba a la economía familiar vendiendo por las casas garbanzos y habas además del vino cosechero(a peseta el litro) del que también daban buena cuenta los numerosos hortelanos que acudían a Benquerencia a ofrecer sus productos.
Cada año hacían más de 100 arrobas con las uvas de las dos viñas que tenían una en Poyatos y la otra en la Umbría.
El pan nunca faltaba ya
que la casa tenía su propio horno en el que se cocían las piezas necesarias
para su propio consumo y para el de
algunos vecinos.
Además Severino era un
experto en la preparación de las matanzas. De muchas casas lo llamaban para que
fuera él quien matara el cerdo e hiciese el despiece del animal.
Cada año alguno de sus
hijos se encargaba de engordar y sacar adelante 10 o 12 cerdos que al final vendían reservando un par de
ellos para su propia matanza. También tenían algunas cabras propia para
garantizar el suministro de leche a toda la familia.
Los años fueron pasando
y la familia aumentó con la llegada de José, Angelita, Angelillo, Fabián y
Pedro.
Era una familia súper
numerosa pero se puede decir que, gracias al esfuerzo y a la organización de
los progenitores, nunca pasaron necesidades desde el punto de vista
alimenticio.
Todos los que estaban
en edad de “arrimar el hombro” lo hacían voluntariamente y sin que se le pidiera.
Al unísono ayudaban en la recolección de cereales, garbanzos y habas. Aquí me
cuenta María, hermana de Antonio, que con catorce años estando una mañana
arrancando garbanzos en una parcela de Poyatos vio debajo de unas matas una
liebre bastante grande encamada. Sin pensárselo dos veces se lanzó a por ella y
consiguió atraparla. El alboroto y las risotadas fueron enormes ya que María
chillaba y se esforzaba para que no se le escapara de las manos. El animal
regresó a casa con ellos y María, su madre, se encargó de que al día siguiente
la familia degustara un delicioso arroz con liebre.
Antonio fue creciendo
con el paso de los años. Empezó a ir la escuela de D. Aníbal que era maestro
duro y de fuerte carácter. Él trató de ser un alumno aplicado y nunca recibió
castigo alguno. Posteriormente le dio clase D. Valeriano.
Eran tiempos de juegos
populares. Las bolas, la rueda, el ripión, la piola, el zurrumento, la mocha y
el juego tonto eran los que ocupaban los tiempos de ocio de nuestro joven benquerenciano.
“Mi madre era una ama
de casa especial, buenísima. Mi padre no nos llegó a pegar a ninguno y teníamos
un respeto y una educación como no la había en ningún otro sitio. Con mirarnos
mi padre ya era suficiente para que acatáramos sus órdenes o entendiéramos cual
debía ser nuestra conducta. Mi madre era
una buena ama de casa criando a sus hijos. A todos nos quería por igual. Lo
mismo quería al más grande que al más chico. Se quitaba las cosas de la boca si
veía que alguno de nosotros las necesitaba” -me cuenta Antonio.
Por aquella época había
en Benquerencia una gran afición al balompié. D. Ángel Gironza había donado el terreno en Los Tachones para hacer
un campo de fútbol y D. Elías de Tejada
había dado otro delante de la casa del “Lejío”.
Había
dos equipos: El de los mayores el que jugaban Manolo “Pancho”, Angelito, Rafael
y Pepe Morillo, el Clariso, D. Antolín, Juanito del Correíllo, Frutos de Ramiro
y Angelín del Maestro Antonio. Jugaban partidos contra Castuera, Monterrubio,
Cabeza del Buey, Malpartida, Helechal y otros pueblos de la comarca.
Y el de los pequeños
con Alfonso, Andrés de Diego de Oreja, Antonio de Peluca, Justo, Paco de Doña
Concha. El Chato, Manolo de Sanguino, Pepe de Belmonte, Manolín , Manolo (El
Cano) y algunos más.
Los años fueron pasando
y en 1959 estando en la boda de su hermana Pura Antonio se fijó en una chica
que posteriormente pasaría a ser una parte muy importante de su vida: Antonia
Plano.
En los dos días que
duró el festejo (Boda y Tornaboda) el joven no cesó de “tirarle los tejos” a la
agraciada muchacha. Primero consiguió pasear al lado de ella por la calle del
Polvo y posteriormente, el segundo día, se les pudo ver bailando algunas piezas
en el casino del Teco. Así se inició un noviazgo que, como veremos más tarde,
acabaría en boda.
Al año siguiente el
idílico romance tuvo que sufrir un paréntesis porque Antonio fue llamado a
quintas y se vio obligado a marchar a la población gaditana de Jerez de la
Frontera.
La despedida de los
quintos de aquel año fue bastante sonada. Recorrieron cantando las calles de
Benquerencia paseando la clásica garrafa
de 1 arroba de vino y una lata de aquellas de la leche condensada a la que el
latero le había colocado su correspondiente asa para mejor manejo. Cuando llegaba
la noche empezaba el baile que duraba hasta bien entrada la madrugada. Y así
durante dos días.
“La segunda noche,
acabado el baile, uno de los quintos soltó un gallo en el salón de Molinilla
al, ya medio borrachos, tratábamos de cogerlo. Se armó tal alboroto que tuvo
que subir Angelito de Antoliano para poner un poco de orden y tratar que
calláramos. Al final dimos buena cuenta del gallo y de un borrego con el que
hicimos una suculenta caldereta”. –comenta Antonio
¡¡Eso sí que eran
celebraciones!!
Con la llegada de los
años 60 nuestra extensa familia benqurenciana también sufrió las consecuencias
de la crisis y muchos de sus miembros tuvieron que emigrar para tratar de
buscar un mejor nivel de vida.
José y Angelillo marcharon a Bilbao aunque después de unos años
regresaron al pueblo tras llegar con sus empresas a un acuerdo económico.
Fabián actualmente vive en Castuera.
Alfonso sigue
residiendo en Bilbao aunque cada verano vuelve al pueblo para pasar unos días
con familiares y amigos.
Angelita se casó con D.Pedro y viven en Guadalajara. También pasa en el pueblo
las vacaciones estivales.
Pura, viuda de Manolo
Calderón, sigue viviendo en su casa de Benquerencia.
María, viuda de José de
Oreja, alterna su residencia entre
Bilbao y Benquerencia.
Manolo y Angelillo por
desgracia ya no están entre nosotros.
ANTONIA PLANO PAREDES
Hija de Eugenio Plano y Basilisa Paredes
ANTONIA PLANO PAREDES
Hija de Eugenio Plano y Basilisa Paredes
Para comprender un poco
la situación familiar de Antonia de Plano tenemos que retroceder a los tiempos
de la Guerra Civil.
A su tía Engracia le
mató la fratricida guerra a sus dos hermanos: uno en Barcelona y otro en
Valencia. A estas pérdidas se le
sumaron las de sus padres por motivos de
edad. Fueron tan grandes los golpes que le dio la vida en tan poco espacio de
tiempo que esta señora entró en una profunda depresión y decidió recluirse en
su domicilio sin salir a la calle con la única excepción del día de San José que
asistía a la primera Misa que se
celebraba con la llegada del Alba.
Ñoño se dio cuenta de
que la situación era bastante grave y decidió tratar de arreglarla, si era
posible. Habló con Eugenio Plano y su esposa Basilisa para ver si alguna de sus
hijas podía venirse con Engracia para hacerle compañía. El matrimonio
aceptó y como a Manolita pareció ser que no le gustaba la idea decidieron que
fuese Antonia la que se marchase a vivir
con la esposa de Ñoño a la edad de cuatro añitos.
FAMILIA MERINO/PLANO
Cuando moría alguien
del pueblo Engracia guardaba el luto durante ocho días poniéndose el pañuelo
negro y apagando la televisión durante ese periodo de tiempo. Y así continuó
hasta que Dios la llamó para reunirse con sus padres y hermanos.
La niña fue creciendo y
se divertía con sus grupo de amigas practicando los juegos típicos de la época
como eran el Ton Pirulero la Comba, la Sillita, las
Prendas, el Truco etc, etc.
Prendas, el Truco etc, etc.
“Mis principales amigas
eran la Antoñita de Norberto, la Isabelita de “Loja”, la Emilia de Cecilio, la
María, la Flora de la Currela, la Isidora, La Angelita del Mozo Rubio, la
Vicenta de Siorito y alguna más. Me gustaba subir a jugar a las Casitas Llanas con
todas mis amigas pero mi tío Ñoño no me dejaba por miedo a que me sucediera
algo”- comenta Antonia
“Ya en edad escolar cuenta que un día entré llorando
en la escuela de Dª. Concha.
-Antonia ¿Qué te ha
pasado? ¿Por qué lloras?-le preguntó la maestra.
-Es que la Cristo me ha dado un pellizco retorcido-
¿Cómo que un pellizco retorcido?-
Entonces cogí el brazo de la maestra para mostrarle lo que le había hecho la Cristo diciendo: -Así de fuerte.
Dª Concha dio un grito y me arreó un tortazo en toda la cara.
En ese momento salí corriendo para mi casa y nunca más volví a pisar una escuela. Me hice autodidacta y, aunque en aquella época estaba en la cartilla de la a,e,i,o,u, aprendí por mi cuenta a leer y escribir además de las cuatro reglas. Trabajé durante muchos años en la farmacia del pueblo creo que desempeñando a la perfección mi trabajo”-me cuenta Antonia.
-Es que la Cristo me ha dado un pellizco retorcido-
¿Cómo que un pellizco retorcido?-
Entonces cogí el brazo de la maestra para mostrarle lo que le había hecho la Cristo diciendo: -Así de fuerte.
Dª Concha dio un grito y me arreó un tortazo en toda la cara.
En ese momento salí corriendo para mi casa y nunca más volví a pisar una escuela. Me hice autodidacta y, aunque en aquella época estaba en la cartilla de la a,e,i,o,u, aprendí por mi cuenta a leer y escribir además de las cuatro reglas. Trabajé durante muchos años en la farmacia del pueblo creo que desempeñando a la perfección mi trabajo”-me cuenta Antonia.
ANTONIO MERINO(ÑOÑO)
Ñoño fue otro personaje muy influyente en la vida de nuestra pareja protagonista.
Durante la Guerra había aprendido el oficio de peluquero además de adquirir la
experiencia necesaria para poner inyecciones.
Era una persona con un
sentido del humor envidiable. Siempre te estaba contando chascarrillos de su
invención con los que te partías de risa. Al principio montó su peluquería en
la calle Arriba y posteriormente se trasladó a la calle Corredera donde permaneció
hasta su cierre en el año 1980.
Compartía su oficio de
peluquero con el de practicante. Era típico de la época verlo con su caja
metálica y la jeringuilla. Ponía encima de la tapa vuelta del revés un trozo de
algodón impregnado en alcohol. Le prendía fuego y colocaba encima la caja con
un poquito de agua para esterilizar la aguja antes de darte el pinchazo.
Como no había farmacia
en el pueblo a su casa llegaban todos los medicamentos que recetaba primero D.
Julio y después D. Agustín además de aquellos de uso común que se expendían sin
receta. Se podía decir que Engracia y Antonia, con el paso de los años, se
habían convertido en expertas farmacéuticas.
Como Ñoño era persona
inquieta y de bastante imaginación un día se le ocurrió montar un negocio
desconocido por estos contornos en
aquella época. Compró una incubadora y se dedicó a criar pollos y gallinas.
La Antonia, que
aquellos tiempos tenía 11 años bajaba a Castuera con una cesta llena de huevos
y los vendía a la Lala, al bar La Raspa y a otros clientes fijos que tenía.
El año 1969 Antonio le
compró a Jerónimo de Canela la antigua Taberna de Elías y montó el Bar Centro;
así llamado porque estaba situado justo en medio de los dos bares que había en
el pueblo El Bar de la Churrera y el de Juan y la Micaela. El bar funcionó muy
bien hasta que se cerró el año 2005 por la jubilación del matrimonio.
Antonio y Antonia
tuvieron dos hijos: Marien que es profesora de inglés y Antonio que se
dedicó en el tema de seguros y
actualmente regenta con bastante éxito el bar La Bellota de Oro en le cercana
población de Castuera.
Nuestra pareja
protagonista vive relajada y tranquila disfrutando del patrimonio adquirido con
sus años de trabajo y de las dos paguitas que le han quedado. Se les puede ver
felices sentados en la puerta de su casa charlando amigablemente con sus
vecinos y vecinas.
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